He preferido ser un poco autodidacta en este sentido, es decir, me he aventurado a escribir como yo quería hacerlo, en vez de consultar o dejarme influenciar por otros blogs de autores o distintos tutoriales, más que nada para que no ejercieran en mí, ningún tipo de influencia. A partir de aquí, cuando ya fui cogiendo más soltura e incluso adquiriendo una serie de rutinas y con el rumbo cada vez más claro, sí que me he encontrado con varias coincidencias de lo que estaba realizando con lo que explicaban otros autores. He ido por el buen camino, me decía a mí mismo. Para citar un ejemplo, acostumbro a usar dos pantallas para tener siempre abiertos los diccionarios de palabras, sinónimos y antónimos, así como también una página de traducción castellano-catalán. Resulta muy curioso que a veces me sobrevengan palabras en castellano cuando busco escribir la palabra en catalán, siendo ésta, mi lengua materna. Utilizo el procesador de textos de mi MacBook Pro para tenerlo abierto por el capítulo que voy escribiendo. Mi bloc de anotaciones también es un compañero inseparable, lleno de borrones, ideas, alguna frase, flechas y recuadros y signos de admiración.
El trabajo de sobreescribir capítulos así como el de completar otros aspectos de los personajes o de la trama en sí misma, me he dado cuenta que me resultaba más fácil si abandonaba el Codex ni que fuera durante un par de meses, dentro de un cajón. Así, de esta forma, con esta especie de “reset”, conseguía que fluyeran de nuevo las ideas y que éstas se recompusieran de nuevo en el capítulo donde las quería colocar. En cuanto a los diálogos y a las descripciones, he procurado siempre que tuvieran ritmo y que fueran lo más concisas posible, eso sí, con ek diccionario de sinónimos a mano, para evitar repetir algunas palabras.