(…) Al día siguiente, entraría a visitar, por primera vez, la Bibliotheca Apostolica Vaticana, una de las bibliotecas más antiguas del mundo, y con una dotación de manuscritos excepcional, de entre los que destacaba, por ser uno de los más importantes, el Codex Vaticanvs. La biblioteca ocupaba un edificio entero, mandado construir por el papa Sixto V al arquitecto italiano Domenico Fontana, con el pretexto de poder disponer de mucho más espacio para alojar todas las adquisiciones y donaciones, que recibía la biblioteca como agradecimiento o tributo a los soportes papales, especialmente en tiempos de guerra. Un sentimiento de estrañeza, mezcla de emoción y de respeto me invadía, y hacía que no pudiera quedarme todo el rato en mi habitación del hotel. Necesitaba notar en mi cara la brisa nocturna de la ciudad. Quise salir a caminar, para estirar las piernas, y, como solía hacer cada vez que visitaba Roma, me dirigí hacia la Via della Conciliazione hasta llegar a la plaza de San Pedro. Al mismo tiempo que caminaba, repasaba mentalmente todos los detalles que debía retener, de forma minuciosa, en aquella primera visita (…)