(…) El prefecto de la gendarmería italiana Domenico Peruzzi, tenía mucho interés en volver a entrevistarse conmigo. Ya me lo había dejado muy claro la primera vez que tuvimos ocasión de coincidir. “Espero volver a verlo pronto, profesor Vincent Lambert”, me dijo cuando me despedía de él. Le conocí durante el interrogatorio que me realizó, después de encontrar aquella nota manuscrita con mi nombre en el interior de uno de los bolsillos del abrigo de la víctima, y que daba la sensación como que me incriminaba directamente. Ahora, su interés era distinto. El mensaje de texto que me había enviado, una hora antes, sugería que nos reuniéramos en la Basilica di Santa Croce, situada delante de la plaza que lleva el mismo nombre, en la capilla Peruzzi. Imaginé, en un primer instante, que podría tratarse de la capilla familiar de sus antepasados. Aún faltaban cinco minutos para la hora que me había convocado, que ya estaba situado en la cola de la entrada de la basílica detrás de un nutrido grupo de turistas (…)