(…) Monique y yo habíamos diseñado todo el plan desde nuestro loft de la Rue Lobineau de Paris, situado en medio y a muy poca distancia de las iglesias de Saint Germain des Près y de Saint Sulpice. El apartamento era ideal. La chimenea se nos antojaba indispensable para los días de invierno, fríos y lluviosos de París. Su excelente ubicación nos permitía realizar paseos vespertinos siempre en dirección a la isla de Notre Dame, atravesando hacia el otro lado del Sena, por el Pont Neuf; el puente más antiguo de Paris. De vuelta, la crêperie Saint-Honoré, situada en la rive gauche, suponía punto de obligada visita para poder degustar algunas de sus crêpes de autor (…)